No te rindas, aun estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
Benedetti

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La audaz visión de la Olympia de Manet: un retrato icónico de la modernidad en el arte



Olympia de Édouard Manet es uno de los cuadros más conocidos y controvertidos de la historia del arte. Esta obra maestra del siglo XIX desafió las convenciones estéticas y sociales de su tiempo, estableciendo un precedente para el arte moderno. La pintura muestra a una mujer desnuda, recostada en una cama y mirando directamente al espectador de manera desafiante. La audaz representación de Olympia generó un gran revuelo en la sociedad de la época, que no estaba acostumbrada a ver a las mujeres representadas de esta manera. Manet rompió con la tradición de mostrar a las mujeres idealizadas y virtuosas, y en su lugar retrató a una prostituta en toda su sensualidad y crudeza. Con su estilo suelto y pinceladas visibles, Manet capturó la esencia de la vida moderna y desafió las convenciones académicas del arte. Olympia se convirtió en un símbolo de la vanguardia artística y ha influido en innumerables artistas posteriores. Esta mirada audaz y provocadora de la mujer, la modernidad y el arte hacen de Olympia una obra imprescindible en la historia del arte y un icono de la modernidad.


En la cultura francesa del s. XIX, el sistema de exhibición de las obras de arte en salones tuvo un tremendo poder. La Real Academia de Arte era quien adjudicaba los salones anuales, que eran refrendados por el Gobierno. En los salones anuales se decidía el éxito o el fracaso de los artistas. En este sentido, los críticos eran los guardianes encargados de decirle al público qué era lo que se podía considerar como buen arte (aunque en menor medida este es el papel que continúan haciendo los curadores y los críticos de arte hoy en día).
En el año 1863, la Academia de Arte francesa llegó a rechazar 213 lienzos presentados para la exposición oficial, incluyendo obras de muchos artistas ya consagrados. Ante el malestar de los artistas se les permitió crear un salón paralelo para que presentaran sus obras. Desde la década de 1830,  los artistas ya habían empezado a organizar pequeñas exposiciones en galerías privadas, pero esta era la primera vez que se permitía el que fue llamado “Salon des Refuses
En él expusieron autores como Pisarro, Whisler y Manet, con su famoso “Dejuner sur l´Herbe”, obra que fue tachada de vulgar y de indecente por presentar una composición en un paraje reconocible, el Bois du Boulogne, lugar que todo París asociaba a la prostitución y además una escena en la que dos hombres charlaban relajadamente tumbados sobre la hierba acompañados de dos mujeres desnudas, una de las cuales mira directamente al espectador.
Los críticos y el público en general ridiculizaron los escandalosos cuadros del Salón de los Rechazados, sin embargo, esto también supuso un impulso para el emergente movimiento artístico vanguardista.



Éduart Manet (París, 23 de enero de 1832-30 de abril de 1883) era un hombre sensible a las críticas y durante toda su vida buscó la fama, sin embargo tenía también un alma de provocador. En el año 1863 pinta su obra Olympia, que es expuesta en el Salón de 1865 para el que Manet presenta también otra obra “Cristo escarnecido por tres soldados”.

No pueden ser temas más opuestos, Olympia, que hoy podemos ver en el Musée d´Orsay, supuso un gran escándalo. Se trata de un cuadro de grandes dimensiones 191,0 cm de ancho por 130,5 de alto. La presentación del mismo iba acompañada por un poema de Zacherie Astruc, amigo de Manet y fue otro poeta amigo el que le puso título, Charles Baudelaire.
El cuadro en sí estaba basado en otros modelos clásicos como La Venus de Urbino de Tiziano (1485-1576) (a su vez inspirada en La Venus Dormida de Giorgione 1510), la Maja Desnuda de Goya, o las Odaliscas de Ingres. ¿Qué fue entonces lo que causó tanto escándalo? Todos los ejemplos que hemos puesto presentan como protagonistas a mujeres desnudas, sin embargo, se trata de una belleza idealizada, pues nos remiten a la divinidad clásica de Venus o Afrodita.
Sin embargo, Manet, tomando esos modelos, consigue transformarlos para mostrarnos a una mujer real de carne y hueso, a una prostituta. Además cambia los símbolos tradicionales, el perrito que duerme a los pies de la Venus de Tiziano, símbolo de la fidelidad, es aquí cambiado por un gato negro que se despereza, y que como símbolo se asocia a la brujería y la sensualidad.
Las doncellas de Tiziano, se sustituyen por una mucama que trae un ramo de flores. La atmósfera íntima de todo el cuadro  nos remite a la sensualidad. La mujer tumbada en un diván sobre un pañuelo de flores, nos mira directamente de manera provocadora, no esconde quién es ni lo que hace y esa fue también la gran provocación para la sociedad de su tiempo.
Además, está adornada con varios objetos que pueden considerarse fetiches, como el brazalete que perteneció a la madre de Manet. La orquídea del pelo que se consideraba tenía un efecto afrodisiaco, el zapato de tacón, que hace alusión a la inocencia perdida (solo lleva uno puesto) y el ramo de flores que era el regalo que se hacía a las meretrices. La mano que normalmente cubre el pubis de forma púdica se convierte aquí en un elemento fuerte que consigue remarcarlo.
La modelo que posó para Manet, era la misma que había posado desnuda en el cuadro “Dejuner sur l´Herbe”, se trata de Victorine Meurent, amante del Nadar y amiga de Manet, ella misma era artista y muy conocida en la sociedad de París.
Por otro lado, la ejecución del cuadro también era transgresora, con fuertes pinceladas grises delimitando la figura, los violentos toques de color y el fuerte contraste entre los tonos oscuros y los claros conseguía descolocar a los espectadores. Muy pocas personas, como Emile Zola,  supieron ver la novedad que la pintura de Manet representaba.
Olympia de Manet, infografía, impresionismo

Y si Olympia hablara

Mírame soy Olympia, la prosaica reencarnación de Venus que tu deseas. Demasiado descarada, dicen algunos en público, mientras en privado desean lo mismo que tú. Soy blanco sobre negro, complaciente y franca. Acepto tus regalos, los pendientes, el brazalete y el ramo de flores frescas que me trae la noble mucama.
Mírame, no soy perfecta, mis piernas no son esbeltas, mi rostro no es ovalado, aunque aún así ahora mismo, para ti, soy la Odalisca más hermosa. Mi gato negro se despereza educado, ha compartido mi sueño blanco. La orquídea que adorna mi pelo despide un agradable aroma. El mantón floreado sobre el que reposo es de seda suave.
El mundo se escandaliza porque lo miro de frente, pero son muchos los que desean desatar el lazo que llevo al cuello y despojarme de mi zapato. Mírame, soy Olympia, la mano que cubre mi secreto te lo rebela por dinero. Vulgar, dicen criticando mi piel cetrina y, sin embargo, inspiro cuadros y poemas. Mírame, de frente, como yo te miro a ti,  porque en el fondo, en este juicio irreverente, yo, Olympia, soy la única inocente.

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