Olympia de Édouard Manet es uno de los cuadros más conocidos y controvertidos de la historia del arte. Esta obra maestra del siglo XIX desafió las convenciones estéticas y sociales de su tiempo, estableciendo un precedente para el arte moderno. La pintura muestra a una mujer desnuda, recostada en una cama y mirando directamente al espectador de manera desafiante. La audaz representación de Olympia generó un gran revuelo en la sociedad de la época, que no estaba acostumbrada a ver a las mujeres representadas de esta manera. Manet rompió con la tradición de mostrar a las mujeres idealizadas y virtuosas, y en su lugar retrató a una prostituta en toda su sensualidad y crudeza. Con su estilo suelto y pinceladas visibles, Manet capturó la esencia de la vida moderna y desafió las convenciones académicas del arte. Olympia se convirtió en un símbolo de la vanguardia artística y ha influido en innumerables artistas posteriores. Esta mirada audaz y provocadora de la mujer, la modernidad y el arte hacen de Olympia una obra imprescindible en la historia del arte y un icono de la modernidad.
En el año 1863, la Academia de Arte francesa llegó a
rechazar 213 lienzos presentados para la exposición oficial, incluyendo obras
de muchos artistas ya consagrados. Ante el malestar de los artistas se les
permitió crear un salón paralelo para que presentaran sus obras. Desde la
década de 1830, los artistas ya habían
empezado a organizar pequeñas exposiciones en galerías privadas, pero esta era
la primera vez que se permitía el que fue llamado “Salon des Refuses”
En él expusieron autores como Pisarro, Whisler y Manet, con
su famoso “Dejuner sur l´Herbe”, obra que fue tachada de vulgar y de indecente
por presentar una composición en un paraje reconocible, el Bois du Boulogne,
lugar que todo París asociaba a la prostitución y además una escena en la que
dos hombres charlaban relajadamente tumbados sobre la hierba acompañados de dos
mujeres desnudas, una de las cuales mira directamente al espectador.
Los críticos y el público en general ridiculizaron los
escandalosos cuadros del Salón de los Rechazados, sin embargo, esto también
supuso un impulso para el emergente movimiento artístico vanguardista.
Éduart Manet (París, 23 de enero de 1832-30 de abril de 1883) era un hombre sensible a las críticas y durante toda su vida buscó la fama, sin embargo tenía también un alma de provocador. En el año 1863 pinta su obra Olympia, que es expuesta en el Salón de 1865 para el que Manet presenta también otra obra “Cristo escarnecido por tres soldados”.
No pueden ser temas más opuestos, Olympia, que hoy podemos
ver en el Musée d´Orsay, supuso un gran escándalo. Se trata de un cuadro de
grandes dimensiones 191,0 cm de ancho por 130,5 de alto. La presentación del
mismo iba acompañada por un poema de Zacherie Astruc, amigo de Manet y fue otro
poeta amigo el que le puso título, Charles Baudelaire.
El cuadro en sí estaba basado en otros modelos clásicos como
La Venus de Urbino de Tiziano (1485-1576) (a su vez inspirada en La Venus
Dormida de Giorgione 1510), la Maja Desnuda de Goya, o las Odaliscas de Ingres.
¿Qué fue entonces lo que causó tanto escándalo? Todos los ejemplos que hemos
puesto presentan como protagonistas a mujeres desnudas, sin embargo, se trata
de una belleza idealizada, pues nos remiten a la divinidad clásica de Venus o
Afrodita.
Sin embargo, Manet, tomando esos modelos, consigue transformarlos
para mostrarnos a una mujer real de carne y hueso, a una prostituta. Además
cambia los símbolos tradicionales, el perrito que duerme a los pies de la Venus
de Tiziano, símbolo de la fidelidad, es aquí cambiado por un gato negro que se
despereza, y que como símbolo se asocia a la brujería y la sensualidad.
Las doncellas de Tiziano, se sustituyen por una mucama que
trae un ramo de flores. La atmósfera íntima de todo el cuadro nos remite a la sensualidad. La mujer tumbada
en un diván sobre un pañuelo de flores, nos mira directamente de manera
provocadora, no esconde quién es ni lo que hace y esa fue también la gran
provocación para la sociedad de su tiempo.
Además, está adornada con varios objetos que pueden
considerarse fetiches, como el brazalete que perteneció a la madre de Manet. La
orquídea del pelo que se consideraba tenía un efecto afrodisiaco, el zapato de
tacón, que hace alusión a la inocencia perdida (solo lleva uno puesto) y el
ramo de flores que era el regalo que se hacía a las meretrices. La mano que
normalmente cubre el pubis de forma púdica se convierte aquí en un elemento
fuerte que consigue remarcarlo.
La modelo que posó para Manet, era la misma que había posado
desnuda en el cuadro “Dejuner sur l´Herbe”, se trata de Victorine Meurent,
amante del Nadar y amiga de Manet, ella misma era artista y muy conocida en la
sociedad de París.
Por otro lado, la ejecución del cuadro también era
transgresora, con fuertes pinceladas grises delimitando la figura, los
violentos toques de color y el fuerte contraste entre los tonos oscuros y los
claros conseguía descolocar a los espectadores. Muy pocas personas, como Emile
Zola, supieron ver la novedad que la
pintura de Manet representaba.
Y si Olympia hablara
Mírame soy Olympia, la prosaica reencarnación de Venus que
tu deseas. Demasiado descarada, dicen algunos en público, mientras en privado
desean lo mismo que tú. Soy blanco sobre negro, complaciente y franca. Acepto
tus regalos, los pendientes, el brazalete y el ramo de flores frescas que me
trae la noble mucama.
Mírame, no soy perfecta, mis piernas no son esbeltas, mi rostro
no es ovalado, aunque aún así ahora mismo, para ti, soy la Odalisca más hermosa.
Mi gato negro se despereza educado, ha compartido mi sueño blanco. La orquídea
que adorna mi pelo despide un agradable aroma. El mantón floreado sobre el que
reposo es de seda suave.
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